Seminarios
Clase N° 1 dictada el 16 de abril de 2001
“Los modos de la
práctica analítica”,
clase N° 1 dictada el 16 de
abril de 2001
Comienzo, como siempre, explicando la razón
de este título del programa y de cómo se van a desplegar
los temas a lo largo del año. En primer lugar, ¿por qué
“modos de la práctica analítica”?
Cuando se me ocurrió la idea de “modos” -y ya el año
pasado habíamos hablado de modos del sufrimiento infantil- me daba
cuenta de que había algo que insistía. Hice una revisión
para ver si era adecuado seguir usándolo, o había que variar
el concepto. Creo que sigue siendo válido porque los modos no son
atributos ni cualidades sino el hecho de que la sustancia, para Descartes,
está diversificada o dispuesta. Vale decir que hablar de los “modos”
quiere decir que hablamos de un tipo de práctica que tiene una
serie de elementos que la unifican en distintas formas de ejercerse sobre
la materialidad del objeto. Se trata, entonces, de que podamos concebir
a la práctica como aquel lugar donde se definen las formas con
las cuales nos aproximamos, bajo una cierta posibilidad de transformación
de la realidad. En ese sentido, el concepto de “práctica”
va hacia ese punto. Hacia la idea de transformación; hacia la idea
de una acción. Una acción que, además, está
guiada por reglas que determinan la conducta, que prescriben lo que debe
ser y que implica, también, un tipo de habilidad para desplegarlo.
Con lo cual “modos” y “práctica” implican
reglas de trabajo y formas de su ejercicio.
¿Por qué, entonces, voy a dejar afuera algunas áreas
en las cuales el psicoanálisis se ha explayado a lo largo de su
historia, o ha podido ejercerse a lo largo de su historia? Porque cuando
aludo a “práctica” me refiero no solamente a los modos
de la práctica teórica, sino también a los modos
de la práctica de transformación. En ese sentido, yo no
voy a abordar, y ustedes han visto que en el programa no están
planteados para nada algunos aspectos del psicoanálisis llamado
“aplicado” o “extramuros,” vale decir, del psicoanálisis
de la cultura o del psicoanálisis del arte. Por muchas razones.
En primer lugar, porque no compete al campo en que yo trabajo. En segundo
lugar, porque creo que merecería un capítulo aparte la revisión
de su estatuto, en la medida en que se trata más de la aplicación
de la teoría que de la corroboración del método.
Y en razón de que el método no es lo que se pone en el centro
cuando se hacen las observaciones respecto a psicoanálisis de la
cultura o psicoanálisis del arte, quedaría por revisar la
cuestión de si lo que se está poniendo en juego es las formas
de organización del pensamiento analítico en tanto teoría,
o las formas con las cuales circulan en el interior de la teoría
ciertos mitos, ciertos aspectos ideológicos y otras organizaciones
que se van acuñando a lo largo del tiempo. De manera que no lo
voy a tomar en absoluto.
“Condiciones de posibilidad.” Condiciones de posibilidad,
vale decir, campo de la práctica -y empiezo planteando-, se refieren
a su articulación con el objeto. Ustedes saben que esta es una
preocupación que comencé yo a plantear hace varios años,
hace muchos, en realidad, tratando de darle un estatuto al psicoanálisis
de niños. Tratando de definir a partir de qué momento era
posible la aplicación del método y a partir de qué
momento se podía hablar de psicoanálisis con los niños.
Por supuesto, a medida que se avanza uno se va dando cuenta de que definir
el objeto no implica solamente definirlo en los tiempos de su constitución,
que es lo que ocurriría en el psicoanálisis de niños.
Vale decir, le pido a los que ya me han escuchado muchas veces disculpas
por las redundancias, y a los que no me han escuchado nunca, también
disculpas por el exceso de información que voy a dar. Entre todos,
nos comprometemos a que a fin de año a algún lado vamos
a llegar. Pero, digo, redefinición de la articulación con
el objeto quiere decir que el método no es método en general
sino método respecto a un objeto. Y este objeto es, entonces, el
objeto inconciente en su articulación en el interior de la tópica.
A partir de esto, por supuesto, es inaplicable el método desde
los comienzos de la vida en la medida en que el inconciente no está
posicionado desde el punto de vista tópico. Pero, les decía,
hay que redefinir la articulación con el objeto en la medida en
que no siempre el inconciente está posicionado en el interior de
la tópica en tanto inconciente reprimido, ni siquiera en los neuróticos.
Quiero decir con esto que no todas las manifestaciones sintomáticas
que encontramos ni de las llamadas sintomáticas, dan cuenta de
la existencia de un sentido inconciente que tendría que ser encontrado
a partir del develamiento de las cadenas asociativas. En esa medida, entonces,
hablar de redefinición de la articulación objeto- método
quiere decir que, en pacientes adultos con aparatos psíquicos constituidos,
puede haber procesos de desmantelamiento, de desarticulación, que
requieren otro tipo de intervención, o pueden haber estratos del
psiquismo que no están regidos por la lógica de lo secundariamente
reprimido y que requieren modos de intervención que obligan a revisiones
del método, o a redefiniciones del método.
Cuando dije “sentido” lo incluí en tanto causalidad
y no en tanto significación o significancia. “Sentido inconciente”
quiere decir algún tipo de determinación y ordenamiento
en relación a lo inconciente y no quiere decir que haya que buscar
el sentido en el inconciente como si fuera algún tipo de guión
o de escritura que da cuenta de la apariencia de lo real, que sería
en este caso todas las manifestaciones psíquicas de un sujeto.
Con esto retomo, básicamente, mi preocupación respecto a
la discusión con la hermenéutica psicoanalítica que
considera al método simplemente como develamiento de sentido, o
al inconciente como una estructura de sentido, y al preconciente o al
yo como algo del orden de lo falso o de la falsa conciencia. O, si ustedes
quieren, cierto modo de pellorización de lo imaginario que ha circulado
del lado de cierto lacanismo, o del lado del kleinismo la idea de que
todas las manifestaciones psíquicas son, en última instancia,
engañosas y defensivas y que la verdad hay que buscarla en la fantasía
inconciente, que es la que determina todo lo que en el sujeto ocurre.
No voy a plantear para nada este tipo de perspectiva en el Seminario,
sino que voy a sostener una práctica que se define en la relación
entre los sistemas psíquicos. Vale decir que el problema de la
práctica analítica es, fundamentalmente, el problema de
la transcripción de los sistemas, es fundamentalmente la posibilidad
de simbolización de aquello no simbolizado o in simbolizable por
definición, espontáneamente, y voy a dar algunos ejemplos
para los que aproximan por primera vez a estas ideas mías. En principio,
digamos, podemos ponerlo en este orden: los elementos traumáticos
que no han logrado organizaciones discursivas de captura y ligazón,
y los elementos psicosomáticos que dan cuenta de la aparición
de modos de manifestación que no son, en sí mismos, simbolizaciones
sino que son formas de degradación de la simbolización a
partir del pasaje al cuerpo. Podemos incluir también en esto ciertas
formas de la compulsión. Ciertas formas de las compulsiones que
tienen el carácter de adherencias a modos de goce, que están
atravesadas por formas vivenciales que no han sido rearticuladas por la
experiencia, vale decir, por la posibilidad del sujeto de articularlo
de algún modo significante. Si alguien quiere que vuelva a decirlo,
me para y vuelvo. De todos modos, va a ser motivo del programa todo esto,
porque ustedes ven que el segundo punto es “la heterogeneidad de
la simbolización que impone la revisión de los alcances
del método.” Y el tercer punto, es “las premisas generales
de la causalidad psíquica no se confunde con la diversidad de los
modos del sufrimiento humano”, con lo cual acá se incluye
la compulsión, habrán visto ustedes, traumatismo y la forma
de desligazón, que tienen que ser retrabajadas.
Con lo cual, tomando una metáfora que todos conocemos, vamos a
ir “de Manhattan a los bordes.” “Ir de Manhattan a los
bordes” quiere decir reubicar la problemática de las neurosis
en tanto lugar que define el surgimiento del método, para replantearnos
si las impasses que vamos encontrando en ciertas articulaciones de los
modelos clásicos y del post-clasicismo psicoanalítico, son
errores o son respuestas a problemas no resueltos de la teoría.
Cuando digo “problemas que han surgido en relación al método”
me refiero no solamente a la actitud traductiva a ultranza kleiniana,
o a la ausencia de intervención, o de interpretación en
ciertas modalidades lacanianas, sino también al ejercicio por parte
de Freud de una simbólica. Quiero decir, a los modos con los cuales
aparece, en el interior de la obra misma freudiana, formas simbólicas
de interpretación o modelo simbólico de interpretación.
O incluso la forma con la cual se define la causalidad psíquica.
Uno de los casos que vamos a trabajar durante este año, bastante
exhaustivamente y como hicimos el año pasado con Leonardo, este
año vamos a trabajar con el material de El hombre de los lobos.
Por múltiples razones. Porque es un material privilegiado para
pensar la relación entre historia y fantasma. Pero además
porque es un material privilegiado para pensar el problema de las diversas
corrientes coexistentes en el psiquismo y el enorme debate que ha producido
siempre en el psicoanálisis la cuestión de la estructura
de El hombre de los lobos. Vale decir, las dominancias neuróticas,
los aspectos que aparecen como... los aspectos renegatorios y los que
podrían ser también elementos que se discuten respecto a
la posibilidad de aparición del repudio. Por otra parte, la variación
estructural de El hombre de los lobos respecto a la idea de Freud de una
fobia infantil y su pasaje a una neurosis obsesiva, y además el
problema del encadenamiento traumático que, en la obra freudiana
ha quedado, ustedes saben, reducido a prácticamente la escena de
seducción de la gobernanta y a la visión de la escena primaria.
Cuando, revisando los escritos de El hombre de los lobos uno se encuentra
con que la escena de seducción de la gobernanta es lo menos que
le hizo esa buena señora inglesa que, en realidad, ejerció
actos de sadismo y de maltrato feroz sobre este muchachito. Y que traumatismos
tan graves como el suicidio de la hermana o la muerte del padre por exceso
de Veronal, que bien podría ser también un suicidio, están
tomados como elementos muy secundarios, no nucleares, digamos, de la causalidad
sintomática de El hombre de los lobos, y que inclusive habría
que plantearse si las diversas corrientes de la vida psíquica no
corresponden a diversos modos de organización de estos elementos
históricos estructuralmente. De manera que dejo esto simplemente
por el enorme interés con que se abre ese historial, y además
por la minuciosidad con que Freud lo ha trabajado.
Además, ustedes saben que El hombre de los lobos fue paciente de
Kraepelin, previamente. De manera que es muy interesante porque el diagnóstico
de Kraepelin fue un diagnóstico de neurastenia; no fue un diagnóstico
de neurosis obsesiva.
Bueno, todo esto para ir viendo de qué manera complejizamos, entonces,
el campo nuestro de interrogación y sacamos complicación.
Cuando digo “sacamos complicación” me refiero a la
necesidad de hacer la diferencia entre complejidad y complicación;
hay una enorme cantidad de complicaciones con las cuales tenemos que lidiar
porque no se han llevado a fondo los trabajos sobre las complejidades
que había que encarar. De manera que hoy uno de los problemas que
tenemos es cómo vamos limpiando de una serie de hipótesis
el campo, y vamos rearticulándolo de otro modo.
“Condiciones de posibilidad”, entonces, que es el primer punto
de nuestro programa, que tiene que ver con dos aspectos que voy a plantear.
En primer lugar, la existencia de principios que rijan la práctica.
Es decir, cuando decimos “condiciones de posibilidad”, ¿qué
quiere decir? ¿Qué determina las condiciones de posibilidad?
Por supuesto, sabemos que condiciones de posibilidad, también se
habla de las condiciones de posibilidad sociales. Sabemos de la enrome
cantidad de enunciados que circulan en nuestro medio respecto a que no
se puede hacer psicoanálisis porque no se puede, porque las prepagas
no lo permiten, porque la gente ya no hace consultas, porque la gente
no quiere análisis largos, porque la gente... ha cambiado el sujeto
desde el punto de vista de la constitución de la subjetividad...
todo lo que sabemos que circula. Elementos que son válidos, pero
que nosotros tenemos, de algún modo, que hacer una suerte de xxxxxx
para poder ubicar la posibilidad de trabajar con nuestros propios paradigmas.
Quiero decir con esto que nadie puede plantear como condiciones de trabajo
con la tuberculosis, más que si lo hace sociológicamente;
quiero decir, no se puede contraponer en el mismo plano antibióticos
y modos, digamos, anteriores al surgimiento de los antibióticos.
O no se puede plantear que para las venéreas se puede usar sulfa
o se puede usar antibiótico, de acuerdo con los recursos del paciente.
No. Sabemos que hay ciertas condiciones para una enfermedad, que requieren
cierto tipo de intervención. De manera que cuando hablo de “condiciones
de posibilidad” después cada uno puede repensar los límites
de su propia práctica en los términos de las condiciones
de posibilidad. Las condiciones de posibilidad no van a estar dadas jamás,
en el discurso que yo les voy a traer, por poder hacer cuatro sesiones
con diván. No están ahí las condiciones de posibilidad.
Las condiciones de posibilidad tienen que ser definidas metapsicológicamente,
no técnicamente. Y va a ser la metapsicología la que va
a definir las formas de la prescripción, vale decir, la forma con
la que se va a aplicar la herramienta. Esto sale de la vieja discusión
de si cuatro sesiones en análisis y una no es análisis,
a la cual se responde “pero cuatro, a veces, tampoco.” Es
totalmente cierto. Pero en ciertas condiciones hay que plantearse si una
es posible, o da las condiciones de posibilidad de la práctica.
De manera que “existencia de principios que rigen la práctica”
es el primer elemento, y esta existencia de principios que la rigen está
subordinada a los enunciados metapsicológicos. Vale decir, a qué
tipo de manifestación patológica del sufrimiento enfrento,
qué tipo de organización psíquica la determina o
en cuál se inserta, y quiero aclarar las dos posibilidades, porque
procesos de desmantelamiento temporarios pueden insertarse en estructuras
psíquicas previamente bien armadas, y no son el “efecto”
de esa estructura previa; me refiero a las situaciones límite sobre
las que hemos hablado muchas veces respecto a traumatismo. De manera que
vamos a diferenciar entre estructura productora de ciertos efectos patológicos
e instalación de procesos de desarticulación psíquica
en estructuras que tienen que ser reencontradas. Si ustedes recuerdan,
cuando trabajamos traumatismo, yo mostraba la diferencia entre dibujos
de niños psicóticos anteriores al terremoto, y dibujos de
niños que quedaron como desarticulados por el terremoto. Que se
notaba la diferencia en ambos tipos de dibujo. Mientras que en los dibujos
de los niños que habían atravesado el terremoto, pero que
no eran psicosis previa, los objetos estaban estructurados aun cuando
el espacio hubiera estallado; en los niños psicóticos previamente
el espacio estaba desestructurado y los objetos estaban desestructurados,
o estaban recompuestos bizarramente. O a veces se sostenía el espacio
y los objetos estaban estallados. De manera que creo que lo primero que
hay que plantearse es esta diferencia, para tener en cuenta cuando uno
se enfrenta a un proceso que produce algún tipo de sufrimiento
patológico, poder dar cuenta de su estructura intrínseca,
del fenómeno mismo, y de en qué organización psíquica
está instalado.
Si alguien quiere que aclare más esto, lo aclaro. Con esto rompemos
dos tipos de cuestiones: por un lado, la idea de un determinismo lineal
en donde todo lo que le pasa a un sujeto psíquico, de alguna manera
se lo buscó a los tres años. La segunda, es que todo lo
que le ocurre es absolutamente azaroso y novedoso, con lo cual no hay
manera de poder establecer hipótesis predictivas. Creo que entre
estos dos extremos se puede rescatar la idea de una causalidad psíquica.
Y esta causalidad psíquica la podemos definir en términos
de modo con el cual el psiquismo, como estructura, procesa lo real que
le llega. Jamás podría definir a la estructura sino en tanto
estructura que procesa lo real que le llega. Esta estructura no es la
estructura del aparato del sueño, como se darán cuenta.
Es la estructura funcionando en sus relación con lo exterior. Si
bien hay que tener en cuenta que en los momentos en los que se repliega
sobre sí misma se rige por ciertas leyes. Pero de todos modos cómo
se repliega una estructura sobre sí misma cuando el exceso de estimulación
diurno es atacante. De manera que vamos a definir la estructura como una
cierta serie de condiciones de permanencia del funcionamiento psíquico
dentro de un límite de relaciones posibles con lo real. Cierta
permanencia; insisto en la permanencia y en el modo de procesar lo real.
Cuando digo “modo de procesar lo real”, quiero decir sobre
qué engramas previos mnémicos y estructurales se deposita
aquello que le ocurre al sujeto. El duelo que sea, el encuentro amoroso
que sea, la seducción que sea, la pérdida que sea del tipo
que sea.
El segundo aspecto es qué se mantiene invariable a lo largo de
las diversas formas que toma la presencia del inconciente. Qué
se mantiene invariable. Es decir, bajo qué reglas de funcionamiento
vamos a poder ir siguiendo la heterogeneidad de la simbolización.
Por un lado, en los tipos de constitución o en los tiempos de constitución
del psiquismo. En segundo lugar, en su emplazamiento en el aparato constituido
y en el tercer lugar, en los efectos del proceso de desarticulación.
Les decía recién, lo sistematizo ahora. ¿Alguna pregunta?
Intervención: (no se escucha)
¿Qué se mantiene de
invariable? Y por supuesto hay que tener en cuenta que se va a plantear
como modificado o modificable, en los tiempos de constitución psíquica...
Vuelvo ¿qué pasa con esta heterogeneidad de la simbolización
y sus modos de organización? En los tiempos de constitución
del aparato, en el emplazamiento de las representaciones en el aparato
constituido, y en los efectos de los procesos de desarticulación
psíquica. Voy a dar un ejemplo de cómo un mismo fenómeno
puede ser pensado en los tres. Supongamos, la persistencia de un modo
llamado autoerótico, para-genital lo llamaremos después,
pero en este caso sería pre-genital, de ejercicio del placer a
partir de que se ha constituido ya la represión y hay elementos
del superyó, marca cualidades representacionales y modos de la
vida psíquica, al menos en una corriente de ella, distintos a si
esto no se hubiera constituido. Esto es salir de la idea cronológica
de niñez, para entrar en los tiempos estructurales. Pero a su vez
la persistencia de estos modos, supongamos, de ejercicio de la para-genitalidad
o del autoerotismo, una vez que el aparato se ha constituido y ha logrado
el ingreso a la genitalidad, con la persistencia de una corriente de la
vida sexual que toma a su cargo todos los investimientos y que no posibilita
regulaciones sino que funciona a base de compulsiones, toma un carácter
diferente aunque el modo con el cual aparece la satisfacción sea
aparentemente el mismo. ¿Es claro? Y da cuenta de estructuras distintas
y obliga a procesos de intervención clínica diferentes.
Y, en tercer lugar, ¿qué ocurre cuando se plantean tardíamente,
por ejemplo, efectos de desarticulación producto de traumatismos
severos en sujetos que ya han sido constituidos? Voy a dar tres ejemplos,
si ustedes quieren, psicopatológicos. Freud plantea “condición
de psicosis es un arrasamiento sexual precoz en la vida psíquica”,
¿verdad? Que antes de que el aparato termine de constituirse haya
un exceso de presencia sexual del adulto. Podríamos decir que exceso
de sexualidad desestructurante, apropiación excesiva del cuerpo,
fija modalidades en los primeros tiempos de la vida que pueden llevar
a cortocircuitar los modos de organización del aparato a largo
plazo. Quiero decir que pueden producirse fallas en la estructura general
del psiquismo, a partir de esta forma de abuso y seducción precoces.
Porque el aparato tiene poco respondiente simbólico para procesar
las cantidades que le llegan, con lo cual no puede ni siquiera constituir
respuestas ni preguntas ante los enigmas con los cuales se va organizando.
Y las cantidades que recibe no pueden ser procesadas. En el aparato constituido,
supongamos, que aún no ha hecho ejercicio de la genitalidad, los
modos de abuso o de violencia sexual ejercidos pueden llevar a alterar
las formas de funcionamiento, generando corrientes clivadas de la vida
psíquica, en aparatos que ya no están estructurados. Y en
el caso del adulto genitalizado, procesos traumáticos severos como
los que hemos visto en situaciones límite o en situaciones de violación
o, en algunos casos, como hemos hablado en alguna oportunidad trabajando
la sexualidad femenina y masculina, el problema de que el abuso sobre
el varón, supongamos, produce una destitución de la masculinidad
y no simplemente una transformación de la condición de varón.
Quiero decir, que trae consecuencias sobre el conjunto de la organización
narcisista y del modo con el cual el yo se ha constituido, y no simplemente
la llegada traumática de aflujos económicos sexualizantes
sino desorganizaciones de todo lo que hace a las formas de organización
del yo y de la identidad, y su recomposición posterior. Con lo
cual ustedes ven que episodios iguales vividos en distintos momentos de
la estructuración psíquica, bajo distintas circunstancias,
puede producir modos diferentes de resolución, o anclajes diferentes
de desarticulación psíquica y de recomposición, espontánea
o no, del psiquismo.
Esto lleva a replantearse los modos de intervención. Quiero decir
con esto que no alcanza con lo que en algún momento pensamos que
era el sentido inconciente. “Claro, porque fue violado por el tío.”
No alcanza con decir que el sentido es ese, porque el fantasma no está
dado por la acción misma sino por la metabolización posible
que el aparato realiza de aquello que recibe. En ciertas etapas de la
vida es como si todo el aparato quedara en cortocircuito, o en situaciones
extremas, en situaciones límite reiteradas donde sabemos que se
han producido psicosis durante ciertos períodos y restituciones
a posteriori. Sobre todo en víctimas de situaciones límite.
De manera que articulación del campo de la práctica y su
redefinición con respecto al objeto, implica tomar la forma emergente
de sufrimiento patológico... Cuando digo “sufrimiento patológico”
me estoy refiriendo a que produce efectos que no son simplemente los de
una sensación de dolor psíquico. No sé si está
claro. Por eso no subordino el análisis a la demanda. La subordinación
del análisis a la demanda requiere un paso previo que es el reconocimiento
del concepto de conflicto y de que el conflicto, además, está
producido por algo que el sujeto desconoce de sí mismo. Pero en
otros casos sabemos perfectamente que puede no haber demanda habiendo
grados intensísimos de sufrimiento y, en otros casos, que puede
haber demanda habiendo grados intensos de sufrimiento, que no son tratables
psicoanalíticamente, si bien hay que ver de qué manera se
ayuda al otro a que pueda resolverlo. Me refiero con esto a los tiempos
posteriores a traumatismos muy severos, ligados a pérdidas importantes.
Hace algún tiempo tuve una consulta de una señora que, cuando
me llamó por teléfono, me contó que había
enviudado hacía una semana y que quería consultar. Esto
no es usual. La gente no consulta porque ha perdido a un ser querido.
Si la gente consulta porque ha perdido a un ser querido es porque hay
algo que se agrega a esa pérdida, y ese algo que se agrega a la
pérdida, la persona que consulta sospecha que no es simplemente
algo inmanente a la pérdida misma, sino algo que le pasa con aquello
que ha perdido… aquello que o aquel quien. De manera que, en ese
caso, el análisis puede estar perfectamente pedido no para una
elaboración de esta pérdida sino para un aplacamiento de
la ansiedad persecutoria, que tal era el caso, que se había producido
a partir de una serie de conflictos previos que se habían dado
en la pareja. Con lo cual esta señora empezaba su duelo con un
monto de hostilidad espantoso. Y venía a aliviar su rabia y no
su dolor. Y la rabia no era simplemente una defensa para no ir de frente
al dolor, sino que era muy previa, esta señora tenía rabia
desde hacía mucho tiempo, con lo cual se sentía muy culpable
de la muerte de este hombre. Pero no con una culpa depresiva sino una
culpa persecutoria en la medida en que había cierto goce en que
lo hubieran reventado del modo en que lo hicieron. De manera que acá
estamos frente a una forma de sufrimiento que no es que alguien viene
a elaborar un duelo, sino que alguien viene a elaborar un conflicto de
otro orden que no es un duelo, y entonces no hay que confundir esto con
la elaboración de un duelo. Tampoco se puede llamar a esto “duelo
patológico.” Esto es traumatismo a partir de una pérdida.
En AMIA tuvimos un caso extraordinario, los miro a los que estaban en
aquella época, porque llegó una señora que era de
un barrio lejano, no era judía y no le había pasado nada.
¿Por qué venía? Bueno, porque ella siempre había
odiado a los judíos, y como siempre había odiado a los judíos,
ahora que había estallado la bomba, tenía miedo de que Dios
la castigara. No sé si la recuerdan, que estaba totalmente psicótica,
esta señora, con una ansiedad persecutoria que volaba, con lo cual
venía a la AMIA a que los judíos le resolvieran su problema
de antisemitismo y no la castigaran. Por supuesto, no era una señora
que viniera con un duelo ni con un traumatismo de otro orden. Sí
tenía un traumatismo, que era que lo real había entrado
a convalidar el fantasma. Desde lo real se había convalidado el
fantasma mortífero, con lo cual ahora estaba aterrada de que se
la devolvieran. Se armó una discusión ética terrible,
de si había que tratarla, no había que tratarla. Se resolvió
empíricamente: psicóticos no se trataban (risas). Lo cual
nos alivió el alma a todos. En realidad, más que tratarla
había que traer a un rabino que hiciera de chaman y le dijera que
se podía ir tranquila. El problema era qué podía
hacer ella después.
Vuelvo a las condiciones de posibilidad para retomar algunas cuestiones
que hemos hablado en otras ocasiones, porque me queda un ratito y después,
en todo caso, empezamos con el intercambio. Condiciones de posibilidad
de una práctica… Manhattan. Cuando digo Manhattan me refiero
al centro mismo, no a lo más extenso sino al centro mismo: inconciente
constituido, represión operando, producción de síntomas,
síntomas como productos transaccionales efecto de la presencia
del inconciente y del preconciente en igualdad de condiciones, capacidad
del yo para instalarse y producir significaciones y para tolerar desarticulación
de significaciones, preconciente operando con la lógica del proceso
secundario, capaz de establecer un diálogo con un otro y, al mismo
tiempo, con una escisión lo suficientemente básica como
para permitir la constitución de la transferencia como algo del
orden de lo imaginario y de la creencia, si ustedes quieren, pero al mismo
tiempo sin pérdida del principio de realidad. Todo esto posibilita
la instrumentación del método.
Cuando digo “instrumentación del método” quiero
decir que el otro asocie libremente, que uno escuche con neutralidad benevolente,
como dice Laplanche y que, al mismo tiempo, se puedan hacer interpretaciones
que son entendidas en su carácter metafórico. Vale decir,
que el modo de intercambio esté dado por el carácter del
lenguaje como representación palabra y no como cosa en sí.
Lo cual no quiere decir que esto sea algo que se sostiene del mismo modo
a lo largo de todo el tratamiento. Un tratamiento que nunca sale de esto
es una caracteropatía analítica y no un tratamiento de verdad,
porque en todo tratamiento se tienen que tocar núcleos en donde
esto se fracture. Y pasan cosas en la vida de la gente en las cuales esto
se rompe. Sabemos que los tratamientos son lo suficientemente largos como
para que uno tenga enfermedades, pérdidas, duelos, revoluciones,
guerras, terremotos, inundaciones en Buenos Aires, inflaciones. Hace 10
años que no hay en este país hiperinflación, con
lo cual hay toda una generación de analizados actuales que no han
traído el problema ese al diván. Pero en cualquier momento
se quiebra la racha y por suerte el Euro viene a salvarnos. De manera
que estos son los pre-requisitos. De manera que ustedes se dan cuenta
de que “condición de análisis” es que haya síntomas
neuróticos, lo cual no quiere decir que el sujeto consulte porque
tiene síntomas neuróticos. Porque cada vez más la
gente no consulta por los síntomas neuróticos, aunque los
tenga, y esto me parece central. No es que han desaparecido los neuróticos,
sino que el síntoma neurótico no es el motivo de consulta.
Vienen fóbicos pero no consultan por la fobia. Aprenden a vivir
con la fobia. Vienen obsesivos pero no consultan por la neurosis obsesiva;
conviven con la neurosis obsesiva. Los motivos de consulta son otros,
pero no quiere decir que no aparezcan los síntomas cuando uno empieza
a trabajar, y que no haya neurosis cuando uno empieza a trabajar. De todos
modos, en el motivo de consulta, lo que aparece como padecimiento da cuenta
de la instalación del proceso secundario, del yo, de lo reprimido
y de todo lo demás.
Junto a esto, posibilidad de instaurar algún tipo de relación,
y acá viene todo un problema que tiene que ver con esta época,
de transferencia de saber. Problema serio en la medida en que la transferencia
de saber sobre el analista es una transferencia ligada a la posibilidad
de depositar en otro la capacidad de ayuda y salvación. Imaginaria,
no importa, pero pre-requisito necesario para que se establezca un vínculo
analítico.
Acá voy a introducir una cosa que me parece que es interesante
para pensar nuestros problemas cotidianos de analistas, no de la vida.
Tenemos un exceso de tendencia, a partir del dualismo psicoanalítico,
a creer que todas las modalidades ideológicas de los sujetos son
el efecto de su inconciente. Durante años se nos enseñó
a pensar que si alguien era egoísta, era anal. Cuando alguien puede
ser anal sin ser egoísta y alguien puede ser terriblemente egoísta
sin tener sintomatología anal. Lo cual no quiere decir que en el
borde mismo no encontremos cierta relación entre la vida pulsional
y los modos de representación psíquicos. Pero de todos modos,
salvo que hayan cambiado las pulsiones enteras de pueblos enteros, no
se entienden las disposiciones, el hecho de que hayan pueblos más
reactivos que otros, que hayan pueblos más anales que otros, que...
en fin. A esto se contrapone hoy toda la corriente que plantea que no,
que los cambios en las condiciones de la subjetividad hacen que haya caído
todo lo otro. Con lo cual nadie confía en nadie, lo cual tampoco
es cierto. Tampoco es cierto porque en realidad, si no, no estarían
llenas las iglesias de los pastores estos tipo Giménez, que ya
los traicionó a todos, pero que la gente sigue yendo pese a la
traición. O no estarían tampoco ciertos santeros, convocando
transferencia. Es cierto que en este mundo occidental con estas características
que vivimos nosotros, hay menor nivel de transferencia. Pero esto no está
dado por la desilusión, porque yo no sé cómo se pueden
seguir ilusionando las masas indígenas con lo que les han dado
en el mundo en que viven, sino que tiene que ver con factores que yo preferiría
hoy no revisar, pero que de todos modos están presentes. Lo cual
no quiere decir tampoco que no reviertan estos modos.
Con esto quiero plantear lo siguiente. Tenemos un exceso de tendencia
a plantear una equivalencia entre el mundo objetivo y la subjetividad.
Y la subjetividad, de alguna manera, como dependiendo linealmente de las
pulsiones o dependiendo linealmente de las relaciones vinculares intersubjetivas.
Creo que es hora ya de hacer intervenir en la constitución del
yo algo que venimos planteando ya desde hace tiempo, pero que cada vez
es más claro para mí, que son los modos ideológicos
con los cuales las organizaciones sociales definen las formas con las
cuales el yo se hace cargo de las pulsiones y de los deseos.
Quiero decir con esto lo siguiente, si ustedes toman la clasificación
que hizo Popper en tres mundos, en tres formas del mundo: el mundo de
lo material sustancial, el mundo de la subjetividad y el mundo de las
producciones de cultura; y la autonomía relativa del mundo de la
producción y la cultura respecto de los otros dos, uno podría
perfectamente pensar que formas circulantes actuales tienen que ver con
esta autonomía relativa, y no tienen que ver ni con las condiciones
económicas reales ni tampoco con la subjetividad particular, o
que los argentinos tenemos un inconciente colectivo que hace que todos
seamos como somos. Quiero decir con esto que es complejo entender la relación
existente entre las formas con las que se articulan procesos de deslizamientos
ideológicos, y modos particulares de constitución de la
subjetividad singular en relación al mundo pulsional.
Dicho esto, lo que nos interesa es la forma con la cual es impactado subjetivamente
un sujeto, un ser humano, por los modos dominantes de la ideología
que circula. Quiero decir que cuando alguien es atravesado por estos modos,
y se establece un tipo de relación en el cual la intersubjetividad
no es lo que circula como asociación ni como interpretación,
pero sí como base de la posibilidad del acuerdo analítico,
porque es indudable que es imposible el establecimiento de la relación
terapéutica entre dos personas si no hay un mínimo acuerdo
de base que lo constituye, y que uno de los problemas más graves
que tenemos es el nivel de anonimato con el cual esto se produce, y la
forma con la cual se genera de ambas partes, digamos, el anonimato. Cuando
digo “de ambas partes” quiero decir que para muchos analistas
de la prepaga el paciente es el de la prepaga, con lo cual no es el paciente
privado, del que conocemos familia, nombre de los hijos, sino que es el
síntoma con dos o tres características que permiten hacer
las 32 sesiones que posibilita la prepaga. Esto está muy vinculado
al modo con el cual las amas de guardia se constituyen en relación
a los niños que van a ser adoptados, vale decir, en una relación
de mezquindad emocional por temor al sufrimiento que produce la pérdida
del objeto, y este es un tema del que no hablamos nunca, quiero decir,
la forma con la cual los analistas vivimos a los pacientes transitorios
como pacientes que no hay que investir en exceso, porque sentimos que
ellos invisten poco pero además porque investir mucho nos puede
llevar a una enorme frustración y un dolor muy grande respecto
al enlace que se podría hacer y a la fragilidad de ese enlace.
Entonces las condiciones existentes hacen que haya anonimato del lado
del analista y del lado del paciente, por supuesto, transferencia institucional
y no intersubjetiva. Lo cual genera condiciones de pérdida de los
elementos básicos del contrato y de una fantasía de aprovechamiento
mutuo, que forma parte del sustrato mismo con el cual se ejercen las condiciones
de la práctica. Con lo cual, cuando digo “condiciones de
la práctica” no me refiero a las 32 sesiones que da la prepaga
sino al impacto en el proceso terapéutico del lado del paciente
y del analista respecto al modo con el cual se van a instalar ambos en
el campo. Y al esfuerzo que tenemos que hacer los analistas para sustraernos
de alguna manera a este anonimato y a esta masificación que hacen
que así como hay una máquina de rayos, haya alguien que
dice cómo controlar ciertos malestares.
De manera que condición de posibilidad, establecimiento de transferencia,
tenemos dos vertientes acá. Por un lado, las generales de la ley
en las cuales hay que terminar, digamos, de instalar permanentemente el
campo, y además donde cada uno debe garantizar su propia presencia
en el interior del campo analítico. Me refiero al analista que
es fácilmente destituible. Por otra parte, en la medida en que
la mayoría de los pacientes que atendemos no son perversos, posibilidad
de reinstalación del campo transferencial. Y esta posibilidad de
reinstalación del campo transferencial implica que también
tengamos que tener en cuenta que si no estamos frente a un sujeto perverso,
incapaz de establecer transferencia de poder o de saber, alguien debe
lograr que esto se recomponga, vale decir, tiene alguien que lograr que
se reinstalen las capacidades amatorias. Porque la capacidad de transferencia,
en última instancia, es una capacidad amatoria. Si ustedes piensan
en la definición de Lacan, aquella de “dar lo que no se tiene
a alguien que no lo es”, no hay mucha diferencia con lo que se hace
en la transferencia. El paciente viene a que le demos lo que no tenemos
y nosotros jugamos el juego con quien no lo es. La diferencia es que nunca
pretendemos colmarlo, esto. Sino que tenemos claro de inicio que ese es
el juego que se va a armar y del cual nos sustraemos todo el tiempo. Pero
no nos sustraemos por decreto sino porque las condiciones están
dadas como una recaptura en el interior del análisis de esos modos
de ejercicio del amor en la vida y, al mismo tiempo, con alguien que conoce
esas reglas y conoce lo que las sostiene, y no está dispuesto a
dejarse engañar como lo hace en la vida cotidiana. Quiero decir
con esto que los analistas salimos del consultorio y nos creemos que recibimos
o damos lo que no tenemos o lo que el otro no tiene, a quienes no somos
o a quien el otro no es. Afortunadamente podemos mantener esta disociación
para vivir. Esta disociación, entonces, la llamamos “proceso
de contra-transferencia.” Vale decir, el proceso constante en el
cual nos sustraemos a la ilusión de creer que podemos ocupar ese
lugar. Aún cuando en algún lugar, si no amamos, como decía
Ferenczi, tampoco es posible la curación. Sin simpatía no
hay curación en el sentido de “capacidad de tomar a cargo.”
Resumo brevemente, entonces, dos o tres de las condiciones que acabo de
plantear. Para que la práctica psicoanalítica pueda ser
posible, esto quiere decir, para que el método pueda ser implementado.
Implementación del método, entonces, quiere decir capacidad
del sujeto psíquico de desdoblarse en alguien que escucha y alguien
que habla, y para poder desdoblarse tiene que estar instalado el carácter
metafórico del lenguaje. Tiene que estar el inconciente constituido
como “otro en mí,” digamos, sobre el cual yo puedo
pensar. Con lo cual no es simplemente “otra parte mía que
reconozco” sino que es otro, algo ajeno, que no reconozco en mí
y sobre lo cual abro el beneficio de la duda respecto a que pueda estar
en mí… sin que yo me identifique con eso que apareció.
Quiero decir, no es que porque apareció una moción egoísta
soy un egoísta, sino que porque apareció una moción
egoísta reconozco que pueda haber en mí una moción
egoísta. Esto hace a otro de los ejes que vamos a trabajar largamente,
que es la des-subjetivización del inconciente. El carácter
del inconciente como “no intencional.” La posibilidad de reconocer
los aspectos deseantes inconcientes como modos de manifestación
de mociones y no de “un otro” que está operando. Y
los tres elementos: en los tiempos de constitución, en el aparato
constituido como está emplazado, en el aparato constituido en tanto
aún en el aparato constituido no está todo homogeneizado.
Quiero decir que no están los sistemas psíquicos operando
como en el...
(cambio de lado)
...articulación que es la última
parte de nuestro programa: recomposición simbólica, modelos
de intervención en situaciones de riesgo, grandes cuestiones sociales.
Bueno, con esto paro un poquito, siguiendo con el modelo con el que trabajamos
siempre, y abrimos el intercambio.
Intervención. Dardo Tumas.
Bueno, agradecido por el reinicio de este espacio para desentumecer neuronas.
Algunas cosas que se me ocurrieron. No está en el programa pero
me parece que está implícito, y es el tema del yo. Tomo
sólo una parte. Cuando vos hablabas de esta suerte de mezquindad
afectiva de los analistas para no investir demasiado y después
frustrarse o desilusionarse ¿no? Pensaba que las condiciones histórico-sociales,
hoy por hoy, hacen difícil que uno invista algo, llámese
paciente o lo que sea. Y desde esa perspectiva me parece que el egoísmo,
el amor, etc., son patrimonios del yo, no del inconciente reprimido. Y
ahí se plantea toda una complejidad, no sólo con respecto
a la heterogeneidad del inconciente sino también, no sé
si llamarlo heterogeneidad del espacio yoico.
Sí. Yo lo traigo no porque
piense que son inconcientes, pero sí que no son concientes. En
el sentido de cosas que pueden estar en lo manifiesto sin ser concientes.
Como que el desgaste que se produce en los analistas lleva a que esto
esté operando, pero que aparezca poco explicitado de nuestra parte.
Y además como una necesidad de replanteárnoslo. Porque además
es indudable que el modelo de la desconstrucción del sujeto lacaniano,
de los últimos 25 años, ha derribado al ideal del yo amoroso
del analista. Ha planteado una forma de posicionamiento del paciente en
transferencia con el otro grande, no con lo que tiene ahí, con
este pobre pirulín que tiene adelante sino con el falo grandote
que es Lacan, con lo cual los analistas son medios de transferencia, con
lo cual ha sido muy fácil pasar de eso a ser medio de transferencia
hacia la prepaga, digamos. A tal punto que si hay algo escandaloso que
está ocurriendo es la forma en que los pacientes pasan a ser clientes
de la institución, con algo mucho más grave, en el Hospital
nunca ocurría, los pacientes son agradecidos en los Hospitales,
en general. Lo brutal de la prepaga es que el paciente puede quejarse
a la prepaga de lo que el analista hizo o no hizo, con lo cual el analista
está siempre en una posición, digamos, de segunda o de deuda
frente al paciente. Con lo cual puede ser destituido no sólo subjetiva
o técnica sino legalmente y laboralmente. Lo cual genera condiciones
infernales. Entonces creo que al menos tenemos que decirlo claramente
esto, para que veamos qué hacemos. Pero al menos que esté
claro de qué manera nos protegemos con todo esto. Digo porque los
analistas van al matadero sin levantar la voz. Entonces, al menos que
se ponga de acuerdo la gente sobre cómo redefine ciertas condiciones
contractuales que tienen que ver con estos aspectos, como grupo. No sé
si está claro. Yo creo que hoy la mayoría, discúlpenme
que en una primera clase me meta en esto, pero cuando hablo de condiciones
de la práctica quiero decir que hay un exceso de amoldamiento a
las condiciones de la práctica. Un exceso de amoldamiento interno,
no solamente de aceptación de condiciones exteriores. Porque uno
puede aceptar las condiciones externas y escribir entre nosotros sobre
las condiciones estas. Pero no aparece nada sobre esto. Con lo cual hay
una necesidad de acomodarse subjetivamente a la realidad exterior, y eso
es muy grave. Ustedes saben que Freud escribió, en plena época
de los Hasburgo, un texto sobre la locura de Carlota que nunca publicó
porque los Hasburgo le cortaban la cabeza. Pero lo escribió. Lo
escribió y lo metió en un cajón. Freud se rehusó
a publicar El presidente Wilson, y cuando no le quedó más
remedio, porque lo tuvieron que sacar de Viena, lo publicó. Quiero
decir con esto que hay maneras con las cuales uno puede establecer una
cierta resistencia intelectual a los fenómenos. Y lo señalo
simplemente para que se vean los efectos, no para que todos juntos lloremos
sobre lo mal que vivimos, sino para que teoricemos sobre las condiciones
que se plantean y la forma en que eso se expresa en los tratamientos.
Al menos que cuando a uno le pasan esas cosas, sepa lo que le está
pasando. Cuando nosotros llegamos al exilio, con un grupo de colegas,
nos reuníamos a charlar sobre los efectos del exilio en nosotros
como analistas. Cómo nos sentíamos de vencidos, de boludos,
si podíamos levantar transferencia, si no podíamos, si nos
agarraba la gobernación y nos echaba... Con lo cual no podíamos
modificar nuestra realidad exterior, pero al menos saber qué nos
estaba pasando para que no nos pasara la realidad por encima. Bueno, yo
vuelvo a plantear lo mismo hoy respecto de las condiciones de ejercicio
de la práctica. Por eso hay que rediscutir las reglas y las condiciones
de posibilidad de la práctica, para que cuando uno no puede desplegarla
en su posibilidad, al menos entienda qué le está pasando
como analista y qué le está pasando en la relación
con el paciente. A eso me refiero.
Intervención. Carlos Tkach...
Yo, Silvia, te quiero hacer un comentario. Este modelo de tiempo de constitución
psíquica, emplazamiento de las representaciones y los efectos del
proceso de desarticulación, me pareció muy esclarecedor,
se podría pensar, supongo que lo has tenido en cuenta, casi como
un análogo a las series complementarias. Porque con esto se podría
hacer un juego de secuencias y retroacciones similar al de...
Siempre y cuando trabajemos con el
modelo de tiempo de Nachträglich, y no de sumatoria. Porque el problema
del concepto de series complementarias es que Freud trabaja con un tiempo
sumatorio. No es solamente la presencia que hay en el modelo de las series
complementarias de lo congénito, donde va a parar todo lo que no
se entiende, sino como que la génesis... vos sabés que yo
la trabajo con la idea de que se construye après-coup. Con lo cual
no se produce por progresión sino, precisamente, al revés.
Por eso quiero trabajar El hombre de los lobos, porque en El hombre de
los lobos nosotros vamos a ver al sujeto adulto constituido, y los elementos
de la neurosis infantil que no eran una fobia, para mi gusto. No eran
exactamente una fobia aunque había elementos fóbicos. Pero
la fobia estaba atravesada por el maltrato de las mujeres, porque en última
instancia eran las mujeres las que le hablaban del lobo y las que lo sometían.
Entonces es muy interesante pensar en esta retroactividad del tiempo,
que sí, que la neurosis que se desencadena tiene que ver con este
movimiento, y no hay una transformación directa de la fobia a la
neurosis obsesiva.
Sí, vos sabés que tengo frente al concepto de series complementarias
muchas reservas, porque creo que es un concepto excesivamente lineal,
para mi gusto, y donde Freud intenta rearmar algo de revisión del
endogenismo pulsional pero, al mismo tiempo, queda atrapado por lo traumático
como desencadenante y no como constitutivo. Porque lo más interesante
de la teoría traumática de 1895 es que el traumatismo se
constituye y no se desencadena. Y en las series complementarias lo que
hay es desencadenamiento, no constitución. Como dominancia, digamos,
¿no? Como que hay un determinismo primario de lo congénito
y lo adquirido, y donde lo que desencadena -textual: desencadena. ¿No?-
es aquello que viene a ocurrir en la vida. Es un modelo de un aparato
relativamente abierto, pero sólo para reacomodar lo ya existente;
no para producir algo que no necesariamente ya estaba. Por eso tengo la
idea de que debe ser... yo intenté someterlo a discusión,
el concepto de serie complementaria, y me parece que tiene que ser...
Por eso, en este modelo que yo estoy tomando, vos lo ubicás muy
bien. En los tres aspectos ¿no? En los tiempos de constitución,
digamos. No se puede hablar de tiempo de constitución del psiquismo
a los 30 años. Es más, no se puede hablar, como hemos hablado
muchas veces, hemos intercambiado sobre este tema, no se puede hablar
de “retrasos madurativos,” a ningún nivel. Esto ya
sigue un camino independiente, con lo cual lo que se detiene sigue funcionando.
Claro, esto nos lleva a retrabajar el concepto de fijación y regresión.
¿Se vuelve a aquel punto o se retoma algo que ya estaba pero que
ocupa un lugar diferente hoy? Que es la idea esta en el aparato constituido
¿no? El segundo tiempo de lo traumático, digamos. Es segundo
tiempo de lo traumático pero primer tiempo del síntoma.
Porque el sujeto en el cual se mete el segundo tiempo de lo traumático
no es el sujeto de ese primer tiempo. La chica de la pastelería
y los dependientes no es la misma cuando escucha la carcajada, evidentemente.
¿Por qué algo tan banal precipita algo tan severo?
De todos modos, cuando yo lo planteo pienso que hay que instalarse en
el momento en el que esto se constituye a partir del ahora, para atrasar
la génesis. Si hablo de tiempos de constitución, lo pienso
en el niño. Si hablo de emplazamiento en el aparato constituido,
pienso cómo está operando hoy en el motivo de consulta.
Y de ahí reviso los tiempos de constitución. No sé
si es claro, esto. Parto siempre del momento en que el aparato está
funcionando, para ir para atrás. Y en los efectos de los procesos
de desarticulación trato de explorar de qué manera estaba
constituido antes de que esto ocurriera. Quiero decir, ¿sobre qué
vino a instalarse este fenómeno? Salvo que hubiera habido algo
tan arrasador que es difícil construir lo anterior, que es lo que
pasa con algunas experiencias que se mantienen demasiado tiempo como experiencias
límite, y que uno tiene la sensación de que lo anterior
tiene poco ya para explicar de lo que uno ve. No sé si es claro,
digamos. La infancia de un sobreviviente de un Campo nos sirve solamente
para entender porqué tuvo, tal vez, más fortaleza para sobrevivir
que otro, o más locura para sobrevivir que otro, o lo que fuere;
pero no nos sirve para explicar la estructura actual que tiene. Yo estoy
convencida de que no nos sirve; que no podemos explicar la estructura
actual de gente que ha pasado esas experiencias. Ustedes saben que esta
es una discusión muy interesante que hay respecto a problemas históricos.
Si una sociedad que ha atravesado un gran cataclismo responde a su historia
previa o responde a la historia del cataclismo; hasta dónde queda
ligada a su historia previa. Es todo un problema que hay en teoría
de la historia. Siempre nos ha parecido medio ridículo a todos
nosotros considerar que nuestro “ser nacional” es la América
aborígen. Digamos, yo los miro a todos ustedes y habrá alguno
que otro que sí lo es; el resto, hay del interior, del exterior,
de donde fuere. Con lo cual acá hay un proceso interesante de transformación
cultural que marca nuestros orígenes. No es que somos “ladinos
como el gaucho”, no es verdad. Somos ladinos como los vascos, que
dirigieron al país durante años. Quiero decir que somos
tramposos como los árabes y los judíos, somos amarretes
como los italianos… ¡Qué sé yo! No se puede
decir que somos como Martín Fierro. Ninguno de nosotros es como
Martín Fierro. “Amamos el conocimiento como el gaucho Cruz”
¡Qué vamos a amar el conocimiento como el gaucho Cruz! El
gaucho Cruz no puede ni matar la vizcacha. Entonces... hay que ser del
campo para ver que no tiene nada que ver lo que somos hoy con la historia
previa de este país, a la migración. Al menos en la Capital,
no en el interior que es muy diferente. Pero el interior está marcado
por sus propias migraciones.
Bueno, el aparato psíquico yo lo pienso del mismo modo; no puedo
levantar las capas geológicas y encontrar lo que ocurrió
a los tres años. Pero sí puede haber una corriente de la
vida psíquica que por la fuerza que tuvo aquello que le ocurrió,
no logró nunca ser metabolizada por el psiquismo. Y lo que encuentro,
entonces, son elementos filtrados por los estratos geológicos de
la vida psíquica que permanecen más o menos tal cual, una
parte, porque nunca pudo ser atrapada por el tejido del aparato. Entonces
lo único que queda realmente en ese estado es lo que nunca pudo
ser ligado, lo que nunca pudo ser retransformado. Es lo único que
queda idéntico… (y más o menos idéntico). Y
cuanto más fuerza traumática, más idéntico
queda, y todos lo sabemos. Lo vemos en ciertas formas de la perversión
o de la compulsión, o ciertas corrientes psicóticas de la
vida psíquica por gente que ha pasado por algunas situaciones traumáticas
severas.
Entonces, por eso digo que el concepto de serie complementaria es como
el concepto de genitalidad; siempre trae la ilusión de que entendés
el presente por el pasado y de que todo se amalgama de algún modo.
Cuando lo que yo estoy tratando es de mostrar cómo el método
opera de manera diversa por los estratos distintos de la vida psíquica
que coexisten, y las distintas formas de representación que vamos
viendo. No sé si es claro esto. Y que eso obliga a formas de intervención
diferentes, en la práctica. Por eso lo miro de ahora para atrás:
¿Por qué ahora emergió esto? ¿Qué pasó
en este último tiempo que ocurrió tal cosa con esto que
-aunque venga de atrás- el resto de lo vivido no lo pudo retener
o sostener? ¿Por qué se desató ahora esta forma de
psicosomática que nunca antes habíamos visto? ¿Por
qué apareció ahora este deterioro melancólico frente
a algo que no lo hacía sospechar? ¿Con qué se encadenó?
Pero no necesariamente, entonces, con la totalidad de la vida psíquica;
con una corriente, perfectamente puede ser, que se mantuvo ahí.
Lo del presidente Schreber es muy interesante en ese sentido. Él
ha armado toda su vida como legislador y toda esa corriente que viene
del abuso paterno, digamos, del abuso del padre, del abuso educativo del
padre en su apropiación sobre el cuerpo, que se despliega en la
adultez como fantasma homosexual cuando en la infancia no lo fue. Y que
tiene que ver con la resignificación de la pasividad que tiene
alguien que ya ha atravesado la genitalidad y la constitución de
la identidad. Tenemos unos minutos, todavía.
Intervención: Hola. Bueno,
es cortito lo que te quería preguntar. Cuando vos hablás
de la capacidad del sujeto de desdoblarse en alguien que escucha y alguien
que hable, y esa capacidad metafórica. Eso es lo que da el análisis
personal...
Sí, siempre y cuando el analista
logre instalar el método.
Intervención: Un buen análisis
personal, digo...
Sí. Porque uno conoce una enorme
cantidad de gente que se instala en el diván y habla para que uno
le interprete. Lo cual indica que nunca se ha trabajado con ellos para
que escucharan lo que decían. Yo tenía un paciente que venía
de muchísimos años de análisis, hablaba durante 10
minutos y después decía: “Y… ¿qué
me dice?” Nada, qué le voy a decir. O: “¿Ya
se le ocurrió algo?” Me decía el tipo. Le habían
interpretado a mansalva toda la vida, y él venía a atacarme
de este modo, digamos, a mostrarme que yo estaba ahí para decirle
algo cuando él preguntaba. Pero él no hablaba para escucharse.
Yo un día le dije: “Usted viene, aprieta, larga y espera
que yo le diga algo. No, estamos para pensar juntos en lo que usted dice.”
Intervención: Claro, yo decía
como analistas, cuando vos hablabas de implementar el método, bueno,
tener esa capacidad que tiene que ver con...
Pero esa capacidad se instala en el
otro a partir de que uno le de valor, no sólo a su asociación
sino a la teorización que ejerce sobre su asociación. Al
derecho a producir interpretaciones sobre sí mismo y acompañarlo
en la construcción de sus propias interpretaciones. Esa es la manera
en la que un sujeto puede apropiarse del método.
Intervención. Una duda que
tengo. A partir de esto ¿qué pasa entonces cuando nos analizamos
siendo psicólogos, con la cantidad de teorizaciones que uno hace
como paciente?
Pueden ser muy válidas, forman
parte de... todos los seres humanos, y esta es una cosa muy importante
que ha planteado Laplanche, hacen interpretaciones sobre sus propios síntomas
y sobre su propia vida psíquica. Desde “tuve pesadillas porque
comí pesado” hasta “tuve pesadillas porque me encontré
con mi suegra.” Todas son posibles. La diferencia es que un psicólogo
va a decir: “Tuve pesadillas porque ayer estuve leyendo tal cosa
y me di cuenta de tal otra...” y puede ser totalmente válido.
Lo que quiero decir es que lo único que confirma la validez de
esa asociación es la racionalidad intradiscursiva que tenga y los
efectos transformadores sobre el sufrimiento que produzcan. Nada más.
Yo soy muy respetuosa. Yo, a veces, con mis pacientes, que son psicólogos
o analistas, me dicen: “Bueno, yo no sé, pero es muy teórico...”
Les digo: “Bueno, ¡dígamelo!” ¡Si yo también
pienso muy teórico!
Quiero decir, ¿cuál es el problema de que se permita al
paciente teorizar? Si es una racionalización, caerá como
cualquier otra ¿verdad? Por otra parte, ¿qué es lo
que le da a la racionalización su carácter de racionalización?
El carácter obturante que tiene, no el carácter de que “es
teórico.” En ese sentido, hay una enorme cantidad de interpretaciones
de los analistas que son racionalizaciones, también. Cuando un
analista le interpreta a un paciente algo para que el paciente haga lo
que el analista quiere, hay una racionalización del analista ahí,
encubierta de interpretación. De manera que este es un juego que
tenemos que jugar juntos, y yo no veo cómo podría un paciente
psicólogo o analista o lo que fuera, pensar más allá
de la textura discursiva que agita su cabeza. Es imposible. Es más,
yo creo que la vieja prohibición de que los pacientes mejor no
leyeran a Freud cuando uno los analizaba ¿se acuerdan? Que era
un afán de poder del analista sobre la teoría, porque la
verdad... por supuesto, hay momentos en que los pacientes se ponen compulsivos
y leen todo y se discuten a sí mismos. Bueno, pero ahí están
con sintomatología, y hay que analizarla como cualquier sintomatología,
como cualquier otra. Todo lo que permita simbolizar y ligar tiene que
ser respetado por el analista, sabiendo que por su propio peso caerá
si no permite el develamiento del sentido y no disminuye el nivel de sufrimiento.
Bueno, nos vemos la reunión próxima.
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